Las runas son una de mis herramientas de adivinación favoritas: son tan poderosas y afiladas como la cultura de la que proceden, y para mí son siempre espejos implacables, que te ponen frente a la verdad de las cosas sin permitirte divagar, ayudando a tu introspección y crecimiento personal como pocas herramientas en el mundo.

No son tan conocidas como las cartas del tarot, pero me gustan tanto que hasta me las he tatuado en la espalda, como puedes ver aquí, y hoy he pensado en presentártelas con este post.

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Las runas son un antiguo alfabeto utilizado por los pueblos germánicos, muchos italianos las perciben por ello como lejanas a nuestra cultura y, sin embargo, aunque no se sabe con certeza el origen exacto del alfabeto rúnico, la teoría más aceptada entre los estudiosos es que las runas evolucionaron a partir del antiguo alfabeto etrusco utilizado en Cumas, en Italia.

Otra de las grandes incógnitas en torno a las runas es si se utilizaron por primera vez como alfabeto para escribir o como símbolos mágicos, lo que sí es cierto es que, entre todas las poblaciones que las utilizaban, eran un instrumento tanto adivinatorio como ritual que se escribía o grababa con un significado muy preciso para propiciar batallas y empresas de diversa índole.

Según la tradición vikinga, las runas fueron regaladas al dios Odín después de que éste, en busca de conocimiento, aceptara sacrificarse perdiendo un ojo y colgando boca abajo durante nueve noches en el árbol cósmico Yggdrasill, con una lanza clavada en el costado y sin beber ni comer (sí, los mitos escandinavos son un poco pulposos y no, los católicos no inventaron nada).

Las runas representan, pues, el conocimiento adquirido tras una larga búsqueda y una forma de mirar dentro y a través del inconsciente, sacrificando el ojo de la razón en favor del de la intuición.

En la actualidad, existen 24 runas utilizadas tradicionalmente para la adivinación, recogidas en el alfabeto germánico llamado Futhark antiguo y divididas en tres Aettir, es decir, tres series de ocho runas que representan cada una un camino evolutivo que se cumple a través de los signos, todos ellos estrechamente relacionados entre sí y, en particular, con el signo anterior y el siguiente del Aett de referencia.

Cada uno de los Aettir hace referencia a una divinidad: el primer Aett es el de Freya, y las runas que lo componen son los símbolos más arcaicos, relacionados con actividades de supervivencia como la agricultura y la ganadería, el segundo Aett, el de Heimdall, se refiere a los acontecimientos de la vida que forjan el carácter, mientras que el tercer y último Aett, el de Tyr, representa la adquisición de las habilidades expresadas por los dos Aettir anteriores y la capacidad de ponerlas en práctica en asuntos más amplios, vinculando la propia vida a la de la comunidad en un orden mucho más amplio.

En comparación con el tarot, las runas pueden parecer mucho más difíciles de usar para la adivinación porque son signos muy simples que aparentemente hablan mucho menos que las complejas imágenes representadas en las cartas, sin embargo, en mi experiencia estos símbolos aparentemente sin sentido pueden hablar al inconsciente como pocas cosas en el mundo.

No sólo cada runa representa de alguna manera una evolución del ser, sino que me gusta pensar que después de tanto tiempo de uso de un símbolo para algo, éste se carga de ese significado y lo expresa mucho más allá de todo conocimiento y racionalidad: éste es el principio de los arquetipos y las runas, si las dejas hablar, pueden ser muy evocadoras y mucho más claras y perentorias que las cartas del tarot.

Si las runas te inspiran, puedes empezar a estudiarlas en uno de mis libros favoritos, éste: sin embargo, siempre aconsejo a quienes estudian la adivinación conmigo que partan primero de su propia intuición, explorando las sensaciones que el inconsciente recibe de cada símbolo antes de estudiar su significado exacto, dejándose influir por la racionalidad.

Aunque para el ojo inexperto puedan parecer excesivamente crípticas y herméticas, las runas son una de las mejores herramientas para acercarse a la adivinación si nunca la has practicado: a diferencia de las cartas y el tarot, se niegan a hablar a tu mente racional y te obligan a enfrentarte directamente a tu intuición.

Es precisamente para contactar con la propia intuición que se necesita la adivinación: las herramientas que utilizamos son sólo un lenguaje, un puente entre nosotros y una parte de nosotros que a menudo se descuida y se olvida, y si tienes el valor de experimentar con la adivinación sin herramientas o utilizando herramientas simples como las runas, los resultados para tu crecimiento personal serán impresionantes.